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Steve McQueen y su Ford Mustang GT 390 Fastback

¡Volantazo cinéfilo!

 No sé si soy un actor que corre o un corredor que actúa.

 

A Steve McQueen (1930-1980) lo llamaban ‘el rey de lo cool’. Su carisma y su enorme talento en la pantalla lo marcaron como uno de los actores más exitosos entre finales de los 50 y acabados los 70. Pocos directores se resistían a él, incluso sabiendo de sus ataques de ‘divo’, su comportamiento salvaje e irreverente, y esa afición suya por las carreras y la velocidad, que les ponía los nervios de punta a los productores de las películas en las que participaba. 

 

Dupla legendaria

El magnetismo de McQueen no se limitaba a la pantalla; iba acompañado de lo que causaba en el público fanático de los automóviles con sus participaciones en carreras de motocross, campeonatos con autos deportivos e, incluso, en sus ensayos como piloto de aviones.

Sus interpretaciones más populares son, incluso, en películas cuyos argumentos giran alrededor de un vehículo expuesto a la velocidad. Por nombrar algunas: El gran escape (1963) que incluye secuencias de huida en una moto Triumph TR6 Trophy; El caso Thomas Crown (1968) con un paseo por la playa lleno de adrenalina en un buggy Meyers Manx rojo personalizado por el mismo actor. También Le Mans (1971), que narra el amor entre un hombre y sus autos Porsche, y la ya mítica Bullitt (1968), en la que aparece uno de los autos más populares y deseados por los fanáticos de la velocidad: el Mustang GT 390 Fastback. El auto que genera una de las duplas más legendarias en el cine, y la que nos impulsa a escribir este nuevo especial para las personas fanáticas de los automóviles, las carreras y el estilo. 

Hoy, desde nuestro blog de Fullmec, abrimos un nuevo especial: un famoso y su auto a lo largo de la historia. Y decidimos iniciar con la dupla que es ícono de estilo, masculinidad y muchísima velocidad.

 

No es solo un automóvil

El Ford Mustang GT 390 Fastback de 1968 que Steve McQueen manejó en Bullitt no era sólo un automóvil; era un personaje por derecho propio. El perseguidor que iba tras los malvados con un distintivo color verde llamado Highland Green era motivo de miradas por sus llantas de aluminio Torq Thrust, su apariencia aerodinámica y un motor V8 de 390 que en la película sabía acompañar la banda sonora que transmitía sensación de suspenso y peligrosa aventura. 

La secuencia, en la que el personaje de Steve McQueen (Frank Bullit) perseguía en su Ford Mustang como parte de su investigación a un grupo del crimen organizado, se ha convertido con el tiempo en una de las secuencias de persecución más icónicas en la historia del cine; en ella el automóvil se desplaza a toda velocidad a través de las empinadas calles de San Francisco. Ruge, patina con absoluta gracia, y permite un posterior e impactante enfrentamiento. 

 

Toda una leyenda

La película, tótem del cine de acción del siglo pasado, se llevaría el premio Oscar a Mejor Montaje en 1969. Y entre sus virtudes está que el mismo McQuenn hizo todas las escenas, sin usar dobles de acción. Así lo quiso, dadas su pasión y habilidades en el volante, lo que además sumó sobremanera para darle a la secuencia la autenticidad que su director buscaba.

La carrera artística de McQueen corrió siempre de manera paralela a su afición deportiva. Sus primeros pagos como actor los usó casi de manera total para pagar sus participaciones en carreras de autos y, por supuesto, para  empezar una colección que casi pudo haber sido tan popular como su misma carrera cinematográfica. Según biografías varias, su primer auto de gran envergadura fue un Porsche 356 A Speedster negro con motor de 75 CV, con capacidad para competir en carreras privadas. 

 

Todo un coleccionista

Según el propio actor, tener esa vida paralela era una forma de hacerse de una identidad independiente a la que le generaba su trabajo en el cine y la televisión. Y esa afición, que era también vía de escape y una forma de relajarse, le generaba problemas con muchos de los productores con los que trabajaba; productores que se enfrentaban al miedo de perderlo en medio de los rodajes y, por ende, exponerse  todos a millonarias demandas. En 1960, preocupados por la seguridad del propio actor, los productores de la película Los Siete Magníficos lo obligaron a renunciar a su carrera paralela; sin embargo, el siempre salvaje McQueen siguió corriendo de manera “incógnita” bajo el seudónimo de Harvey Mushman. Un anonimato protegido por los uniformes de las carreras: casco y gafas protectoras. 

El actor contaba con una colección de automóviles que dejaban ver predilección por las marcas Porsche, Ferrari y Mustang. Entre esa admirada colección se incluían los tres vehículos que aparecían en la película Le Mans: dos Porsche (917 y 908) y un Ferrari 512; También era dueño de un Porsche 356 Speedster, un Ford GT40 y un Ferrari 250 Lusso Berlinetta de 1963. Irónicamente, el único automóvil que no pudo llevar a su colección fue precisamente el Mustang de Bullit. La legendaria dupla tuvo, entonces, que sobrevivir sólo a través de la ficción. Aunque dicen que el actor lo intentó, finalmente nunca pudo comprarlo. Ironías de la vida.

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